Mis Cuentos Scouts para las noches de miedo 1
- Prof. Felipe Hernán Meneses
- 7 jun 2016
- 5 Min. de lectura
- Noche de pesca en el Viejo Muelle -

¡Hey tú! prepara el café no seas egoísta, resonó el reclamo en la noche fría, era el mes de octubre y la lluvia de la tarde hacía ya rato que había pasado, pero dejaba ese frío especial que se puede sentir cuando esta uno expuesto al incesante aire, cuatro amigos se encontraban reunidos al final del viejo muelle de pescadores del puerto de Progreso.
- Si claro, como siempre, es a mí al que le toca prepararlo - agredió Felipe en su expresión dirigida a su amigo Erick, si pudieran ver su semblante seguramente estaría sombrío y enojado, era el más gordito de los cuatro, alto moreno claro de ojos cafés, taciturno, la oscuridad del lugar era más que la poca luz que las linternas de baterías de ese latón platinado antiguo alcanzaban a alumbrar, - la verdad es que a ti te sale mejor que a nadie- dijo Gabriel el hermano menor de Erick ambos delgados ojiverdes de complexión más atlética- ok, ok, cederé a sus presiones y lo prepararé - dijo con cierto orgullo en la expresión, Carlos alto y flaco, lo apodaban precisamente asi por su complexión "El flaco" presto le acerco la bolsa donde llevaban las cosas- esta noche va a estar larga que flojera venir a pescar a estas horas -dijo-.
La noche lentamente iba dando sus pasos sobre el firmamento como dando tiempo a que los hechos se sucedieran se fueran tejiendo, cordones de pesca, ansiedad, carnada y cosas regadas, a lo lejos a un costado del muelle y cerca de la orilla Carlos alcanzo a distinguir un pequeño punto rojo - ¿qué es eso que se ve ahí? - pregunto a sus compañeros - no se exclamó alguno parece la luz de un cigarro - y parece que se mueve - menciono alguien más- si es verdad comento Felipe.
Conforme pasaba el rato ya la luna se dejó mirar como niña que se esconde coqueta en el firmamento con una luz tenue y algo desgastada dejo percibir sobre la blanca arena de la playa una silueta oscura que se apoyaba de una palmera y aquel punto rojo que centellaba como si fuera un ojo maldito que desde el mismo infierno los mirara.
- Creo que es un pescador - dijo uno de los jóvenes, -sí- respondió otro, -miren ahora se levanta- Erick se refería a que la silueta se había incorporado y ahora se dirigía lentamente hacia la orilla del agua como aquel a quien le pesan los pasos y que no tiene prisa por llegar... el hombre o más bien la sombra, se introdujo en el agua hasta cierto punto donde solo el contraste de la luz de la luna alcanzaba a dibujar su figura sobre su brillo en el agua, se podía observación el afán de su tarea, revisar sus redes y tirar las de nuevo al mar.
El frío de la noche se incrementaba y no falto el que comento: - no ni madres yo no me metería al agua con este frío, si pescando aquí desde el muelle con todo y el cobertor tengo frío- bueno, bueno dijo Felipe mientras terminaba de preparar el café en la cocinetita esas que usan su tanque de gas y sirven cuando uno hace el campamento el agua sonaba en la ollita hervía y silbando al tocar las paredes calientes de la pequeña marmita - ¿quién va a querer? - pregunto con fastidio mientras mezclaba los últimos ingredientes.
El aroma del café reconfortó a todos, ese aroma a calidez y energía que te invade cuando sientes el perfume de la mítica mezcla y que te hace olvidar por instantes de las cosas de la vida, así por un momento nadie recordó al extraño de la sombra, Gabriel tomaba su café pensativo y en un momento de sincera caridad dijo: - ese wey ya lleva entrando y saliendo del agua varias veces - comento esto pues él no había perdido la curiosidad y mirar lo que el sujeto hacía. - ¿a… sí? - dijo su hermano mayor - pues llévale café, a lo mejor regresas siendo su novia, ja, ja, ja, ja, ja, - se pasan dijo - que no se supone que debemos ayudar a los demás sin importar las circunstancias- haciendo alusión que los cuatro eran scouts y tenían ese mismo juramento- ok, ok, pero se lo llevas en tu taza - dijo su hermano - los pinzones como siempre peleándose por todo - dijo Carlos- mientras Felipe pensaba en si quedaría suficiente café para que el repita otra vez...
Gabriel tomó la taza, una de las lámparas y con un termo en la otra mano se dirigió al costado del puente que daba hacia la arena y donde había una antigua escalera de madera que se adosaba al muelle para descender... los otros tres lo observaban alejarse sobre el puente mientras su figura se desdibujaba en la oscuridad del muelle y solo se apreciaba una débil mancha de la luz de su linterna.
Un minuto... cinco minutos... mientras tanto el punto rojo y la silueta seguían apoyados en la palmera levantándose metiéndose en el agua, revisando las redes, saliendo y apoyándose de nuevo como si esperar fuera su única ocupación, - ¡hea miren! - dijo Carlos se ve la silueta de Gabriel caminando sobre la arena... - sí, puedo ver la luz de su lámpara - ahora se detiene- algo alumbra- ¿da la vuelta? -¿pero porque corre? - preocupados los tres se pusieron de pie y corrieron hacia el costado del muelle al encuentro de Gabriel...
-¡Ayuda!, ¡Ayuda! - decía el muchacho mientras con la poca luz de las lámparas se veía lo desorbitado de sus ojos y el miedo en su cara... - ¡no hay nadie ahí! - dijo con voz asustada - cuando alumbre no había nadie, ni señor, ni palmera, solo la arena - les conto rápidamente - y al darme la vuelta para regresar clarititito escuche una voz que me decía: ¿y mi café no me lo vas a dar? entonces, entonces, ¡demonios me orine! - dijo mientras se tocaba los pantalones y sentía que estaban mojados - calma Gabriel - dijo su hermano es el café que te lo has tirado encima-, pero el punto rojo, la silueta del señor ¡siguen ahí miren! - todos miraron con atención y observaron que era cierto después de unos minutos ya no había nada...
- Ha de ser el alma en pena de alguien que murió ahí -, dijo aventurándose Felipe en busca de una respuesta, él era el más imaginativo del grupo- quizás lo mataron y por eso su alma cree que aún está pescando- o tal vez a alguien esperaba y lo asaltaron por sorpresa tirando su cuerpo al mar- en ese momento las demás lámparas fallaron, al mismo tiempo, como si se pusieran de acuerdo, el viento gélido de la noche soplo como si anunciara que retornaba la tormenta, un relámpago centelló en el cielo y una voz como perdida en la oscuridad de una remota cueva susurró al oído de cada chamaco:
¿Dónde está mi café?...
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